Un cuento diferente.
Érase una vez una vez un país donde no existían hombres ni mujeres; existían personas. Donde la Cenicienta era independiente y no buscaba príncipe azul ni servía a madrastras malas. Donde las mujeres no eran maltratadas ni violadas, donde no se juzgaba a un hombre por llorar o vestir de rosa. Un país donde daba igual si te gustaban las chicas, los chicos, ambos o ninguno, nadie iba a criticar ni a opinar. Era un mundo donde se cobraba igual por un mismo trabajo siendo, así, indiferente el sexo al que pertenecieras. Era el mundo de la igualdad. Un mundo donde los cambiadores de bebé no estaban únicamente en el baño de las chicas ya que cuidar a un hijo en este lugar no era tarea exclusiva de mamá. Un extraño mundo de fantasía que solo, y por desgracia, aparecía en los cuentos y de vez en cuando en algún discurso político. Era pero, ojalá fuese.