Una vez, en un trabajo de clase, relaté la vida como un camino. Supongo que intente representarnos como caminantes que caminamos hacía una meta infinita, un objetivo: la felicidad. Caminantes que superan todo tipo obstáculos, se separan de personas, se unen a otras y, por causas del destino, acaban andando solos otra gran parte.
Durante mucho tiempo he creído que la felicidad era una meta, pero ¿y si la felicidad se encontrase en el propio camino y no en el destino?
¿Y si la felicidad estuviese en los pequeños detalles, como el olor a pan recién hecho o el calor del sol en una tarde de primavera con un libro? ¿Y si fuese la brisa del mar o el abrazo de un abuelo? ¿Y si fuese soñar, o reír, o, quizá llorar de alegría por reencontrarnos con alguien? ¿Puede que sea escuchar una risa, un beso o ver dormir a tu perro? Felicidad en pequeñas nociones a lo largo del camino que nos hacen sentirnos vivos y disfrutar paso a paso de lo bonito que es vivir.
Feliz camino!