Nos hicieron creer que soñar es cosa de locos y que estar loco es algo malo.
El protagonista de una de mis películas favoritas repite: «soñar nos hace libres, SOÑEMOS».
Nos hicieron creer que los sueños no se cumplen.
Nos hicieron creer que salir de lo establecido es caer a un precipicio.
Y a la vez nos vendían sueños, sueños imposibles mediante la publicidad.
Publicidad que conseguía ser una traba para llegar a nuestras metas.
Nos creímos todo eso y comenzamos a ser rutinarios; trabajar por el simple hecho de ganar dinero como las máquinas solían hacer, comprar lo que nos vendían como necesario, dejando de lado asuntos tan importantes e imprescindibles como la naturaleza.
Vendimos nuestros sueños a cambio de otros que no eran nuestros.
Como la pescadilla que se muerde la cola, como la cola que es mordida por la pescadilla.
Y es que este mundo, necesita más locos que vivan sin preocuparse de lo que los cuerdos-aburridos digan.
Porque al soñar somos, o, quizá; somos porque soñamos.