Una mirada que reflejaba el azul del cielo me contó la historia de un mar teñido de rojo.

Rojo de la sangre de niños bombardeados, familias enteras separadas, amores de verano rotos.

Un mar lleno de muerte.

Unos labios, entre lágrimas, me pintaron el cuento de una sociedad que creaba altos muros para los propios ciudadanos.

Esos mismos labios, esta vez con una sonrisa irónica, me advertían de un sistema capaz de inculcar el miedo y, a la vez, mantener en calma a la población: medios de comunicación, los hacían llamar.

Mientras las manos me hacían gestos bruscos intentando llamar mi atención, aquellos oídos, oídos del mundo estaban sordos, ciegos y mudos, ni oían los gritos de auxilio, ni veían la realidad, y mucho menos se revelaban contra ella.

Esta es la historia de unos monstruos, monstruos denominados: seres humanos.

¿La humanidad no es una cualidad indispensable del ser humano?

 

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