Llegaste un lluvioso nueve de enero haciendo de lo ordinario algo extraordinario.
Descubriendo entre abrazos la magia de la primavera en pleno invierno.
Llegaste con mil sonrisas para mi. Cien palabras bonitas.
Pintándome alas para volar. Tan alto como nuestros sueños.
Cantándome a Sabina.
Leyéndome a Miguel Hernández.
Enseñándome que la vida en familia siempre es mucho mejor.
Dibujaste más nubes que soles en aquel viejo cuaderno, lo que no sabíamos es que entre medias había arcoíris.
Rendirse no entraba entre nuestros planes. Y no levantarse tampoco.
Me enseñaste que la vida vista desde la izquierda no era tan mala.
Entraste aclamándote héroe. Mi héroe.
Convirtiéndote en el hombre de mi vida.
Viniste un nueve, y nueve son las veces que doy gracias al destino por aparecer en mi vida.
No se si llegaste, o quizá, llegué yo. Pero, eso sí, para siempre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *