Madrid 26 de julio. El calor inunda la capital y en la puerta de Sol un enorme letrero:

SO RO RI DAD.

Ese mismo cartel con el que una chica recorría toda la Gran Vía un 8 de marzo al grito de «las calles son nuestras» porque desde que aquel hombre acosó a su amiga en esa discoteca sabía que las calles serían suyas pero, «que las noches… también lo eran.»

Fue un 15 de abril cuando aquella niña – de apenas 8 años- con mirada cómplice, abrazaba a su madre con un «todo saldrá bien.»

Febrero voló como lo hicieron las alas de todas aquellas que se dieron las manos juntas ante la justicia, creyéndola, porque nunca hizo falta que lo jurase (ni que la asesinasen.) Porque #NoEsNo y #SiNoEsSiTambienEsNo Diga lo que diga y se ponga como se ponga un abogado en un plató de televisión.

No hace falta que me jures que tienes miedo de volver a casa, que te violen o te maten. Ni que te da pavor saltarte todas los roles, estereotipos o prejuicios que la sociedad te ha cargado desde que eras un bebé.

Tampoco, te pondré excusas. Ni te criticaré, hagas lo que hagas (y lo quieras. Y lo que te de la gana, y como te de la real gana, y con la ropa que más te guste) porque… ¿sabes qué? Te tenderé mi ayuda, sin que me lo pidas, y pondré mi voz si tú no la tienes. Porque… ¿sabes qué?

A

también.

(Me ha pasado #metoo )

Un 25 de julio. Una anciana mira por la ventana desde una conocida pastelería del centro cuestionándose sobre aquella extraña acampada que-según había leído- era feminista. No sabía muy bien qué era. Se acercó. Preguntó.

-¿Cuál es el motivo real de esto?

-Sororidad. 

La respuesta siempre había estado ahí. Aunque la RAE o Reverte se empeñen en negarlo.

Y, ES QUE. DE. ESTO. SE. TRATA.

27 de julio. Un letrero grita en silencio: «nos necesitamos…juntas

 

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