Una vez, un profesor, nos hizo una pregunta. Quizá, la más difícil de toda la carrera. (Y, seguramente, la más importante.)

¿Qué es la felicidad?

Epicuro la sintetizó en ‘placer’.

Aristóteles la denominó ‘eudemonia.’

Mientras Kant estaba ocupado con su Imperativo Categórico, María Zambrano la dedicaba su mejor poema. Frida la pintó en forma de pájaro.

Algunos la convirtieron a cine con el nombre de ‘Annie Hall’, sin embargo, Amenábar, en su busca, se ahogó Mar adentro.

Para Campoamor siempre fue el voto femenino y, Bucay se empeñó en recetarla en libros.

A los Beatles les bastaba con un submarino amarillo, aunque, Punset lo relacionó con la serotonina.

Chicote la puso en plato y Wolf se la comió en una habitación propia.

Intentaron describirla, escribirla y componerla. No probaron a vivirla.

La RAE se empeñó en definirla como ‘felicidad’ porque ‘quitarse el sujetador al llegar a casa’ sonaba muy ordinario.

(O, quizá no.)

De vez en cuando, te encuentras a algún que otro profesor, con el que aprendes.

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